jueves, 5 de noviembre de 2009

En defensa del río Piedra…

(La Prensa, 5 de noviembre 2009)
Oscar Sogandares Guerra
opinion@prensa.com

El río Piedra (o río Chico) es de inmenso valor para el chiricano, igual que el Volcán Barú, donde fluye vertiginosamente. Todos recordamos las imágenes de la furia del río Caldera en Boquete en 2008. Pues, en el río Piedra estas escenas son “pura rutina”, siendo no solo el río más veloz de Panamá, sino entre los tres más veloces del continente.

Siempre nos divertíamos en sus cristalinas aguas en el verano. Desafortunadamente, fue “descubierto” muy tarde por los river rafters, debido a que la “fiebre” de las hidroeléctricas dio al traste este novedoso negocio turístico.

Pero antes de “maniatar” al río Piedra como al gigante Gulliver, con innumerables hidroeléctricas, nadie ha pensado que sus inundaciones, por más espectaculares, son para este río un fenómeno natural. Actualmente existe una economía informal en la extracción de materiales pétreos, en la cual el río funciona como “faja transportadora”, moviendo increíbles volúmenes de materiales utilizados en la industria de la construcción. El cual beneficia en primer lugar a los “paleros” y lugareños y es interrumpido, precisamente, por estas hidroeléctricas. La propia empresa Bagatrac objetó en primera instancia tales proyectos.

Se puede argumentar que las represas evitan inundaciones, pero en el caso de Boquete el masivo y repentino flujo de agua acompañado de piedras y árboles obligaron al personal de Estrella Los Valles y Estí a abrir sus compuertas para evitar daños mayores a sus turbinas y propias represas. El agua tomó sorpresivamente por áreas que habían estado secas por décadas, precisamente poniendo en peligro bienes y personas que confiados en las represas se habían establecido en estas áreas.

El río Piedra, siendo un río de gran empuje e historial de grandes crecidas, con los nuevos proyectos puede poner en grave peligro a poblaciones enteras (Pedregalito, El Tejar, Sitio Lázaro), incluso, al oleoducto. Tales desastres ya han ocurrido en otros países, y en ríos menos poderosos. Está el ejemplo de la represa Cariblanco, en Costa Rica, donde una cabeza de agua dejó inutilizable la casa de máquinas de dicha represa.

Estas represas impiden el libre flujo de sedimento. No es un secreto que las arenas de las playas provienen de los ríos. Los esteros, playas y líneas costeras desaparecen no tanto por el conocido calentamiento global y la elevación del nivel del mar, sino por la falta de sedimento. Al no haber arena, la propagación de las tortugas se verá amenazada y las áreas de turismo, por ejemplo Barqueta, se verán afectadas al desaparecer sus playas con su consecuente desempleo y falta de ingresos.

Al no llegar estas aguas a los esteros para desplazar el agua salada hacia el mar, los suelos se salinizarán por acción capilar. La cuña salina, en ausencia de agua dulce, dejará como efecto grandes extensiones estériles incapaces de producir una sola paja de hierba, como en el desierto de Sarigua del siglo XXI.

Estas hidroeléctricas constituyen una barrera infranqueable para innumerables especies que completan su ciclo vital en el curso del río, considerando que ninguna garantiza la vida (mucho menos agua para las comunidades) con apenas 10% de “caudal ecológico”. Para la vida y especies del río, sus peligros se multiplican, el fenómeno de la “fragmentación” se acentúa, sus probabilidades de supervivencia se reducen a un mínimo, se asegura su virtual extinción. Dicho de otra forma, los ríos vivos se convertirán en ríos muertos.

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